Por esas cosas extrañas del destino, Estados Unidos terminó en el mismo grupo del Mundial de Fútbol de Qatar 2022 que Irán. En un momento en el cuál uno de esos países atraviesa un proceso de alta conflictividad socio-política, creer que la dinámica del orden internacional no se inmiscuiría en el mayor evento (futbolístico o no) del mundo, era hasta ingenuo. También soy consciente que - si vienen acompañándome en esta iniciativa - la fraseología anterior los puede haber confundido sobre a cuál de los dos países me refiero realmente. Y eso fue intencional.
Considerando que muchas de las rivalidades futbolísticas internacionales no son producto del fútbol per se sino de la política (exterior), la anticipación del “enfrentamiento” entre Estados Unidos e Irán resultaba atractiva, justamente, por el rol que cada uno de ellos ocupa en relación al otro en el contexto más amplio del orden internacional.
Hace una semana, antes del partido en cuestión, el entrenador de la selección estadounidense Gregg Berhalter y el capitán Tyler Adams, se presentaron en la habitual conferencia de prensa pre-partido. La misma se anticipaba “tensa” desde el vamos por lo que daremos en llamar el “banderaGate”. Todo empezó (?) cuando en las redes sociales del Seleccionado estadounidense masculino de Fútbol (no, it’s not called soccer) se publicó la bandera de Irán sin el emblema de la República Islámica. Según un comunicado oficial de la US Soccer Federation (USSF), no fue un error involuntario, sino una expresión de “apoyo a las mujeres en Irán, que luchan por los derechos humanos básicos" en el país asiático.
Para ofrecer algo de contexto inmediato, Irán viene experimentando desde mediados de septiembre un intenso proceso de manifestaciones y protestas cuyo disparador fue el asesinato de Mahsa Amini, una joven de 22 años detenida por la policía moral del país por “usar incorrectamente el velo”. La organización Human Rights Watch ha publicado que, desde entonces, se produjeron al menos 450 muertes, más de 18000 detenciones e incluso ejecuciones sumarias. Irán no ha oficializado cifras de víctimas o arrestos, y alega que las protestas son fomentadas por enemigos externos, Estados Unidos entre ellos. Estas protestas contra el gobierno teocrático y el apoyo internacional que han suscitado, se suman a que desde 2018, cuando Estados Unidos “se retiró” del acuerdo nuclear firmado en 2015, las tensiones Washington-Teherán aumentaron exponencialmente, acompañadas de la reactivación del programa nuclear, la imposición de sanciones por parte del gobierno estadounidense, la crisis económica y el estancamiento de las negociaciones para reactivar el acuerdo bajo la gestión de Joe Biden.
El gobierno de Irán acusó a Estados Unidos de faltar el respeto a sus símbolos patrios y eliminar el nombre de Dios de su bandera nacional, por lo que exigió la expulsión del seleccionado estadounidense por violar el reglamento de la FIFA.
“Al publicar una imagen distorsionada de la bandera de la República Islámica de Irán en su cuenta oficial, el equipo de fútbol de Estados Unidos violó los estatutos de la FIFA, por lo que una suspensión de 10 juegos es la sanción apropiada [según la sección 13 del reglamento]. El equipo debería ser expulsado de la #WorldCup2022.
El asesor legal de la Federación de Fútbol de Irán presentará una queja contra la selección de fútbol de Estados Unidos ante el Comité de Ética de la FIFA, después de que la selección masculina estadounidense de fútbol le faltó el respeto a la bandera nacional de la República Islámica de Irán.”
El Departamento de Estado, inmediatamente salió a despegarse, afirmando que no había participado de la decisión de la USSF ni habían sugerido la medida. Y a través de un vocero agregó: “Esperamos un partido pacífico y competitivo en el campo. Estados Unidos continuará buscando formas de apoyar al pueblo iraní ante la violencia contra las mujeres fomentada por el estado y la brutal represión contra los manifestantes pacíficos”.
Así empezó la conferencia de prensa de lo que, se supone, no es más que un partido de fútbol.
Con los tapones de punta
Si bien muchos iraníes y activistas que apoyan a los manifestantes celebraron la medida de la USSF de remover “el emblema de la República Islámica que significa opresión y tortura”, los medios de Irán amplificaron sus críticas y acusaron a Estados Unidos de hipocresía. Y fue en esta línea que se produjo la primer intervención de un periodista iraní dirigida al capitán Tyler Adams:
Dices que apoyas a los iraníes y pronuncias mal el nombre de nuestro país. Nuestro país se pronuncia Irán y no ´Airan´. Por favor, de una vez por todas, dejemos esto en claro.
Segundo: ¿te sientes cómo representando a un país con tanta discriminación hacia los afrodescendientes dentro de sus fronteras y donde tuvo lugar el movimiento Black Live Matters hace pocos años?".
La crítica y lo que para algunos es una doble moral - muy presente incluso en las palabras del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ante un cuestionamiento sobre violaciones a los derechos humanos en el país anfitrión - se presentó clara en la formulación de la pregunta. El problema no deja de ser, sin embargo, que siempre terminamos midiendo con la vara hacia abajo.
Adams eligió no confrontar con ajenos ni con propios. Pero sí intentó, al menos, bajarle la tensión a una pregunta políticamente cargada sin despolitizar su respuesta, pero tampoco manifestando críticas. Un ejemplo de “diplomacia”, según destacaron pronto los medios estadounidenses.
Mis disculpas por mi mala pronunciación. Dicho esto, hay discriminación en todas partes. Algo que yo he aprendido viviendo en el extranjero en los últimos años y teniendo que adaptarme a diferentes culturas, es que en Estados Unidos seguimos progresando cada día. Yo crecí en una familia blanca con, obviamente, raíces afroestadounidenses, así que me formé con culturas diferentes y fue muy fácil asimilar diferentes costumbres. No todos han tenido esa ventaja y esa posibilidad de hacerlo. Es algo para lo que se necesita tiempo y educación. Es súper importante la manera en la que me has enseñado cómo se pronuncia el nombre de tu país. Es un progreso, y siempre que haya progreso es lo más importante".
A continuación, Berhalter afirmó que los jugadores y el cuerpo técnico no estaban al tanto de la decisión de la USSF y que a veces “las cosas estaban fuera de su control”:
No teníamos ni idea de lo que publicó la federación. Los jugadores y el cuerpo técnico no lo sabían. Nuestro pensamiento está en el partido. No quiero sonar distante, pero los jugadores trabajaron muy duro durante los últimos cuatro años. Tenemos 72 horas entre el choque con Inglaterra y el de Irán, y estamos muy enfocados en cómo superarles. Por supuesto, nuestros pensamientos están con el pueblo iraní... todo el equipo, todos, pero nuestro foco está en el partido.
Al día siguiente, un artículo alegórico de The Guardian Sports rezó en su párrafo introductorio: “Mucho se habló de la geopolítica en torno al partido de la Copa Mundial de Estados Unidos contra Irán, pero la animosidad entre los gobiernos de los dos países no se reflejó en la cancha.” Las imágenes finales del partido que terminó con una victoria de los estadounidenses y la clasificación a octavos de final, en las que jugadores estadounidenses consolaban a colegas iraníes, “contrastó” con lo que -parece - muchos estaban esperando: que las tensiones del orden internacional se hicieran presentes en la dinámica del juego como lo hicieron fuera de la cancha. Porque parece que el fútbol es eso a veces. Ese espacio en el que, a puro nacionalismo patriotero, se plasman, sin dirimirse, las relaciones internacionales. Donde volcamos sentimientos y construcciones sobre nuestra propia identidad, conflictos nacionales e históricas rivalidades heredadas que continúan abonando a la construcción del ser nacional. Donde el rival de mi enemigo es mi aliado y mi candidato favorito, y que nos permite continuar descubriendo qué somos, y que no somos. Donde tenemos la oportunidad de equilibrar la balanza ante fantasías episódicas que tildamos de “justicia poética”. Porque el fútbol es el único que puede darte una constante “revancha”, sin derramamiento de sangre. Al menos hasta que la realidad se vuelve a imponer.
Estamos de acuerdo en que no es sólo un partido de fútbol, ¿no?