Enero, 2023 | Habemus Speaker
Las elecciones de mitad de mandato agudizaron la crisis al interior del partido republicano. El 7 de enero, luego de cinco largas jornadas y 15 rondas de votaciones, negociaciones y concesiones, el republicano Kevin McCarthy (representante electo por el estado de California) obtuvo los votos suficientes para convertirse en Speaker (vocero o presidente) de la Cámara de Representantes. Una ceremonia que usual, pero no exclusivamente, es una formalidad se convirtió en un toma y daca entre “los ultras” y el resto de los miembros del partido Republicano.
Los que seguimos el desarrollo de los acontecimientos, nos encontramos con un episodio digno de The West Wing. Aunque, tras bastidores, haya sido más cercano a House of Cards.
Pero primero, lo primero:
¿Quién es el Speaker of the House? Cuando cada dos años asume un nuevo Congreso, los Representantes electos deben votar al que será el Speaker de la Cámara durante el período legislativo que se inicia. El candidato que llegue a un mínimo de 218 votos (50%+1) no solo presidirá la Cámara de Representantes - con lo que ello implica - sino que es el/la que se encuentra segundx en la línea de sucesión presidencial luego del VP, quien es al mismo tiempo el que preside el Senado. El Speaker es el que lleva la voz cantante tanto del partido mayoritario en la Cámara, como de sus intereses y objetivos: es el que delinea la agenda legislativa, establece los temas a discutir y somete a votación los proyectos de ley. Además, supervisa las asignaciones de los comités legislativos y colabora con el determinante Comité de Reglas de la Cámara para estructurar los procedimientos de los debates en el recinto. Por último, el orador supervisa todo, desde la contabilidad hasta las adquisiciones de la Cámara. En un partido mayoritario tan fragmentado, no es casual que la pugna por este cargo haya llegado a este punto.
¿Se deciden los aspirantes al cargo recién al momento de la votación en la Cámara? No. Previo a la votación, los representantes se reunen con los miembros de su propio partido en una suerte de convención interna y - negociaciones y acuerdos mediante - eligen al candidato que propondrán “viva voce” para el cargo de Speaker. Es decir, que se supone que cuando llegan al recinto, hay acuerdos previos y la elección debería fluir fácilmente. Luego, a modo ceremonial, un colega del mismo partido los candidatea públicamente y se somete a votación. Aunque el aspirante no tiene que ser miembro electo de la Cámara, este siempre ha sido el caso.
¿Es esta la primera vez que se requieren múltiples rondas de votación? No, si bien para saber cuando fue la última vez que se necesitaron múltiples votaciones hay que remontarse a la antesala de la Guerra Civil. En el inicio de las sesiones legislativas de 1860 se necesitaron 44 votaciones antes de elegir a William Pennington de Nueva Jersey como candidato “de compromiso”. Sin embargo, en una previa ocasión, los Congresistas no pudieron ponerse de acuerdo durante… dos meses. En el mismo contexto que la elección anterior, se requirieron más de 100 rondas para una votación que había empezado con 21 candidatos, en un Congreso profundamente dividido sobre el problema de la esclavitud. Congresistas antiesclavistas decidieron respaldar a Nathaniel Banks de Massachusetts, miembro del llamado “American Party” (también conocido como el Know Nothing Party). Según el Washington Post, Horace Greeley de The New York Tribune escribió por aquel entonces: “Esta no es una mera competencia en cuanto a un presidente de la Cámara; es un momento significativo en una lucha larga y ardua que determinará si la esclavitud será el norte de nuestra historia nacional”. Banks logró la mayoría de votos luego de que - 133 votaciones después - algunos representantes opositores decidieron no votar al candidato esclavista.
Segundo, Francia.
Tercero, el espectáculo de un bloque mayoritario actuando poco como bloque, e incapaz de reunir los votos mínimos necesarios para elegir a un orador, mientras la oposición demócrata se mantuvo inmutablemente unida respaldando al líder de la minoría Hakeem Jeffries (New York), puso en evidencia una fractura que no se cerrará fácilmente. McCarthy trató de cambiar el tono de la conversación, pero solo logró poner en jaque su liderazgo presente y futuro.
Cuarto, el sistema bipartidista está en crisis. Ya ni puede hablarse de polarización. Hasta pondría en discusión la idea de fragmentación. Claramente dos partidos, por más mayoritarios que sean, no tienen la capacidad de representar el caleidoscopio de voces de casi 250 millones de ciudadanos en condición de votar en los Estados Unidos. No estamos solo ante una crisis de identidad partidaria, sino de un sistema de representación. Si bien los demócrata de la Cámara Baja están divididos entre sectores moderados o conservadores y “progresistas” o izquierdistas (una definición por demás amplia) con muchos matices y diferencias entre ellos, han presentado un frente unificado en la mayoría de los debates del ciclo legislativo anterior. Los republicanos son otro cantar: hay republicanos moderados (más liberales en relación a cuestiones sociales), republicanos conservadores, republicanos ultra-conservadores, republicanos trumpistas, republicanos anti-Trump. Hoy por hoy, los republicanos Trumpistas son una acérrima, identificable y ruidosa minoría (10-20 representantes entre más de 200) cuya principal característica es que no están dispuestos a ceder. Así, a fuerza de negociar la deseada mayoría, están logrando imponer su propia agenda a la del partido, controlan los términos del debate, y han obtenido preciosas concesiones que marcarán el tono de las discusiones de la Cámara, del partido y de la nación en los años por venir.
Quinto, dichas concesiones refieren no solo a temas de agenda legislativa que se tratarán en la Cámara, sino a los términos del debate en el recinto y apuntan, entre otras cosas, a debilitar el rol del Speaker. Uno de los cambios solicitados por los “ultras” es que se requiera un solo legislador para iniciar el proceso de destitución del vocero. Algo que, en definitiva, no se encuentra tan mal visto por algunos demócratas progresistas que sostenidamente y durante años han visto sus propuestas cajoneadas por la Speaker demócrata, Nancy Pelosi. Sin embargo, otros consideran que los conservadores radicales usarán repetidamente esta estrategia para presionar a McCarthy, provocando interrupciones e impasses en el período de sesiones de la Cámara y de las comisiones y agencias que de ella dependen. Otra de las concesiones que provocará intensas discusiones al interior de la Cámara es que cualquier medida para elevar el techo de la deuda externa, que permite al gobierno pedir prestado dinero para pagar sus obligaciones, debe ir acompañado de recortes en programas sociales y de acceso a derechos como el Seguro Social y Medicare, y que el aumento del límite de la deuda debe ser votado en una sesión especial destinada a tal efecto, y no como parte de algún otro paquete de medidas.
El líder de la minoría demócrata, Hakeem Jeffries, considera que las concesiones de McCarthy a la extrema derecha a cambio de su voto son “solo el comienzo” y que “aunque el Congreso ha estado cautivo en este momento en particular, lo que va a ser un problema es si el pueblo estadounidense va a estar cautivo de la agenda de los republicanos más extremos durante los próximos años", impidiendo lograr ningún tipo de acuerdo ya sea inter como transpartidario. Y la respuesta es: si a todo. Matt Gaetz, representante trumpista por el estado de Florida, advirtió que McCarthy “tendrá que vivir la totalidad de su interinato como Speaker con una camisa de fuerza construida por las reglas” que le sonsacaron, concesiones que “ni siquiera podía imaginar pedir”.