La excusa ucraniana y el nuevo (des)orden mundial
Esta entrega está dedicada a Guido Lombardi :)
A principios de noviembre de 2021, mientras los medios de comunicación estaban atentos a las citaciones del January 6th Committe, el Secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, se reunió con el Ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania. En conferencia de prensa, Blinken afirmó que Estados Unidos se encontraba monitoreando “inusuales” movimientos de tropas rusas cerca de la frontera ucraniana que sugerían “una posible invasión”.
Tan solo quince días después, se pasó de “posible” a “probable”. Incluso se anticipó una fecha para la intervención. En base a dichos del jefe del Servicio de Inteligencia Militar de Ucrania, Military Times informó que Rusia ya tenía apostados más de 92.000 soldados en la frontera ucraniana y estaría preparando un ataque “para finales de enero o principios de febrero de 2022”.
A comienzos de diciembre, el Washington Post confirmó la información de la que para entonces varios medios se hacían eco. Fuentes de inteligencia del Pentágono filtraron que Rusia estaba planeando una ofensiva contra Ucrania “para principios del próximo año” que involucraría hasta 175.000 tropas.
Semanas después, Matthew Luxmoore - corresponsal en Moscú para medios estadounidenses - afirmó que la televisión estatal rusa había comenzado una campaña de propaganda para justificar no solo una escalada militar contra Ucrania y una respuesta firme contra la OTAN, sino la “desaparición de Ucrania como estado soberano”.
Apenas había pasado año nuevo cuando la posibilidad de una invasión pasó de “probable” a “creíble”. El 3 de enero, el presidente Joe Biden buscó tranquilizar (?) a su par ucraniano, Volodymyr Zelensky, y le dijo que Estados Unidos y sus aliados responderían “de manera decisiva” si Rusia procedía con la operación.
Fue así como Ucrania adquirió protagonismo y devino en el campo de batalla más anticipado del extenso enfrentamiento ruso-norteamericano. El problema: todos amenazan con la fuerza militar para defenderse de la amenaza militar de la que se sienten objeto.
Sin adentrarnos en los complejos antecedentes histórico-culturales, el detonante más reciente del conflicto entre Ucrania y Rusia se remonta a 2014, cuando esta última anexionó la provincia ucraniana de Crimea (la guerra del Donbass) en un acto que calificó de “recuperación histórica”. Ucrania, sintiendo amenazado el derecho a la autodeterminación alcanzado luego de la caída de la Unión Soviética y su posterior independencia (1991), solicitó por vez primera el ingreso a la OTAN en enero de 2008, reiterándolo por última vez en abril de 2021. Rusia ve este pedido como una peligrosa expansión de Estados Unidos y sus aliados hacia sus fronteras y la potencial pérdida de un punto estratégico en el Mar Muerto. Fue así que en noviembre de 2021 Rusia exigió garantías de que la OTAN continuaría rechazando la incorporación de Ucrania a la organización, no apostaría tropas en ese país ni colocaría “sistemas de armas que nos amenazan en las inmediaciones del territorio ruso”.
[En este sentido, les dejo este hilo de Tomás Pueyo que aporta elementos en pos de comprender un poco mejor todo este lío]
Yurany Arciniegas ha notado que esta situación hizo de Ucrania el centro del tablero geopolítico entre el este y el oeste. Por su ubicación, Ucrania es visto como un importante aliado estratégico y militar para Estados Unidos y la Unión Europea: el país otrora integrante de ese buffer defensivo que era la cortina de hierro podría devenir en un puesto de avanza hacia territorio ruso. Por ello es que Moscú se opone rotundamente a los planes de Kiev de incorporarse a la alianza militar occidental. Si bien Ucrania no es miembro, sí ha manifestado por más de una década su inclinación hacia la OTAN, quien le ha ofrecido apoyo para preservar su soberanía, así como la promesa de una futura incorporación. Rusia, por su parte, exigió el pasado 17 de diciembre a la OTAN que se repliegue detrás de lo que eran sus fronteras antes de que las naciones de Europa central y oriental se unieran desde 1997.
El presidente estadounidense amenazó con sanciones financieras y - el punto de contención - el envío de tropas de la OTAN como un acto de defensa. Mientras tanto, ya otros países europeos se posicionaron ante la posibilidad de un conflicto bélico. En comunicado oficial, el gobierno británico denunció a Rusia y la acuso de “buscar instalar un líder prorruso en Kiev, mientras considera invadir y ocupar Ucrania”. Suecia envió a cientos de militares a su estratégica isla de Gotland, ubicada en el mar Báltico; y Dinamarca reforzó su presencia en la región. Por su parte, la ministra de defensa de España anunció que su país enviará una fragata naval al Mar Negro y podría sumarse a un eventual despliegue aéreo en Bulgaria.
El que apuntó a diferenciarse en su búsqueda de fortalecer su rol de liderazgo fue Emmanuel Macron, quien afirmó que Europa tiene que iniciar sus propias conversaciones con Rusia “en lugar de depender de Washington”. En un acto en Estrasburgo que dio inicio a la presidencia de Francia de la UE por los próximos seis meses, Macron declaró que apuesta a que se retomen las conversaciones del Formato de Normandía entre Rusia, Alemania, Francia y Ucrania para encontrar una solución diplomática. El Format Normandie surgió en 2014 cuando los representantes de estos países se reunieron durante la celebración del Día D en Normandía, en un intento por resolver la guerra en Donbass. Esta podría ser, de hecho, una vía factible de priorizar el diálogo y las negociaciones. En 2016, Vladimir Putin afirmaba estar dispuesto a apoyar las conversaciones en el Formato de Normandía sobre Ucrania con Alemania y Francia. Sin embargo, la posibilidad de que Estados Unidos de un paso atrás y deje el manejo de la crisis en otras manos parece poco probable, posible y creíble.
En ocasión del primer aniversario de su asunción, Biden dijo que si bien creía que Rusia finalmente invadiría Ucrania, Putin no quería una guerra a gran escala:
“¿Creo que [Putin] pondrá a prueba a Occidente, a Estados Unidos y a la OTAN tanto como pueda? Sí, lo creo. Pero creo que pagará un alto precio por ello, aunque ahora [Putin] piense que no será así, y que se arrepentirá de haberlo hecho”.
Paso seguido, el gobierno estadounidense inició negociaciones con Qatar para enviar gas a Europa en caso de que una invasión bloquee el gasoducto Nord Stream 2, que lleva gas desde Rusia hasta Alemania. Hace tan solo unas horas, el Departamento de Estado ordenó la evacuación de las familias de los diplomáticos que se encuentran en la embajada en Kiev e instó a los ciudadanos estadounidenses a abandonar el país, medida imitada por el Ministerio de Relaciones Exteriores británico.
El 23 de enero, The New York Times informó que Biden - quien aún lleva el estigma del “fracaso” de Afganistán a cuestas - está considerando desplegar varios miles de tropas, así como buques de guerra y aviones, junto a los aliados de la OTAN, en el Báltico y Europa del Este. Mientras escribo estas líneas, la OTAN ordenaba a sus fuerzas militares “estar preparadas” y enviaba tropas adicionales a la región.
El 21 de enero de 2022, el Secretario General de la ONU, Antonio Gutierres, afirmó que esperaba que no ocurriera una intervención militar y confiaba en las instancias de diálogo diplomático entre los encargados de la política exterior de Estados Unidos y Rusia que condujese a reducir la escalada. Cuando se le preguntó si el mundo se encontraba al borde de una segunda Guerra Fría, respondió que no. Pero se atrevió a decir: “la situación actual del mundo es más frágil que en ese entonces”.
“Hoy somos testigos de una nueva forma de confrontación a la que no llamaría guerra fría ni guerra caliente. No es similar a la Guerra Fría porque la Guerra Fría tenía ciertas reglas, era entre dos bloques estructurados y cada uno tenía alianzas militares, había reglas claras y mecanismos precisos de prevención de conflicto.
Lo que tenemos ahora es mucho más caótico, mucho menos predecible, no tenemos instrumentos para lidiar con las crisis y esto nos hace vivir en una situación peligrosa”.
En un orden mundial en proceso de reajuste, escasamente predecible y falto de reglas, lo que fuera el Telón de Acero no es hoy más que una endeble tranquera de madera. Y en un mundo ya tan cerca de “fines de enero o principio de febrero”, en el que nada se pierde, todo se recicla, parecemos estar a punto de ver cómo Ucrania no es más que una mera excusa para reconfigurar las otrora guerras de baja intensidad.