Ustedes eran muy jóvenes, pero allá por fines de enero, hablamos del conflicto “más anticipado del extenso enfrentamiento ruso-norteamericano”. Desde entonces, ya tuvimos al menos tres alarmas “creíbles” de una próxima invasión rusa que aun no se concretó.
En “La excusa ucraniana y el nuevo (des)orden mundial” - la segunda entrega de este newsletter - hablamos de los antecedentes más inmediatos de este conflicto y tratamos de ofrecer algunos elementos para comprender la postura y rol de Estados Unidos en el mismo. Sin adentrarnos en los complejos antecedentes histórico-culturales, referimos al detonante más reciente del enfrentamiento entre Ucrania y Rusia (la anexión por parte de este último de la provincia de Crimea en la guerra del Donbass de 2014), las solicitudes de Ucrania de ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el potencial impacto geo-políticas de la medida, y las exigencias de garantías de parte de la Federación Rusa de que la organización continuaría rechazando los pedidos de Kiev para ingresar a la alianza militar. Volodymyr Zelensky presidente de Ucrania, le recordó a sus interlocutores que desde 2008 su país intenta ser miembro y reclamó que lo acepten de una vez por todas.
Concentrados en la dinámica ruso-norteamericana del escenario ucraniano, poco se ha hablado de por qué Ucrania y por qué ahora. En una nota muy interesante para El Destape Web, la periodista especialista en política internacional, María Laura Carpineta (@laucarpineta), plantea justamente dicho interrogante:
Si dado que los miembros de la alianza militar occidental nunca habilitaron esta posibilidad [el ingreso a la OTAN] y Ucrania seguía teniendo las puertas cerradas para ingresar a la alianza, entonces, ¿por qué Moscú ve ahora a su vecino como una amenaza y se está al borde de una posible guerra? (…) ¿cuál es la explicación detrás de esta escalada que hace temer una guerra internacional?
En la imperdible nota que pueden leer aquí, Carpineta advierte sobre los peligros de ignorar tanto la dinámica de la política doméstica ucraniana (cómo el enfrentamiento Estados Unidos-Rusia juega en la misma, la represión de la oposición, el rol de las milicias ucranianas pro rusas en dos provincias orientales fronterizas con Rusia, la situación político-económica y el ascenso de los sectores ultra-nacionalistas), como la de Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania a la hora de tratar de entender el conflicto.
El 20 de febrero, en horas de la madrugada, la Casa Blanca anunció que a fines de esta semana, el Secretario de Estado Anthony Blinken se reuniría con el Ministro de relaciones exteriores ruso Serguéi Lavrov, “siempre y cuando Rusia no proceda con una acción militar”. Este sería el preludio de una reunión entre los presidentes estadounidense y ruso. En el comunicado se afirma que:
El presidente Biden aceptó en principio una reunión con el presidente Putin luego de ese compromiso, léase, si no ha ocurrido una invasión. Siempre estamos listos para la diplomacia. También estamos dispuestos a imponer sanciones rápidas y severas si Rusia opta por la guerra. Y actualmente, Rusia parece continuar con los preparativos para un pronto ataque a gran escala contra Ucrania.
Si bien es curiosa la exclusión del presidente ucraniano de la potencial instancia de diálogo - una suerte de revival de las negociaciones durante la crisis de los misiles cubanos de 1962 -, horas después el Kremlin echó un baldazo de agua fría sobre el anuncio. El portavoz de Putin afirmó que hablar de una cumbre entre el presidente ruso y Biden era “prematuro”. Agregó que si bien seguían abiertos los canales de diálogo “no existen planes concretos para un encuentro de alto nivel”, y que tropas rusas permanecerían “indefinidamente” en Bielorrusia, con acuerdo de las autoridades de ese país.
De momento, el enfrentamiento más previsiblemente anticipado de la Administración Biden tiene consecuencias peligrosamente imprevisibles para todos los actores involucrados.
Update del update
Como no podía ser de otra manera, literalmente dos horas después de escribir las líneas precedentes, se desató la hecatombe, la debacle total.
En una seguidilla de hechos bochornosos:
Putin reconoció como “independientes” a los territorios separatistas ucranianos de Donetsk y Lugansk
Inmediatamente después, ambos territorios solicitaron “asistencia militar” a Rusia “por cuestiones de defensa”
Putin solicitó al Ministerio de Defensa ruso el envío de tropas como medida para “el mantenimiento de la paz” (por lo que, desde su postura, *técnicamente* no se trataría de una invasión)
Zelensky afirmó que los ucranianos “no tienen miedo” y agregó que espera un "apoyo claro" de Occidente
En un comunicado emitido por el Departamento de Estado, Estados Unidos condenó “enérgicamente” la decisión de Putin de reconocer a las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk como “independientes”. “Es un rechazo total de los compromisos de Rusia en virtud de los acuerdos de Minsk, contradice directamente el supuesto compromiso de Rusia con la diplomacia y es un claro ataque a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”. “Los estados”, continúa el comunicado, “tienen la obligación de no reconocer un nuevo estado creado a través de la amenaza o el uso de la fuerza, así como no perturbar las fronteras de otro estado”.
Estados Unidos aseguró que Rusia armó una lista de ucranianos “a matar” si invade el país.
Estados Unidos acusó a Rusia de violar el derecho internacional y ya está preparando un decreto ejecutivo para imponer sanciones diplomáticas y económicas, mientras que Europa exigió hacer lo propio.
Cierro este capítulo esperando la tan ansiada - pero, por lo que parece, cada vez más lejana - desescalada y les recomiendo que si desean tener una perspectiva interesante de lo que está pasando en Europa del Este, sigan a @Russian_Starr (quien se encuentra reportando desde el mismo Kiev) y a la historiadora especialista en Ucrania @ksvarnon.
Hasta el próximo update.
Gracias a Marcelo Aimar y al equipo de “Pasó a Valores” por la conversación sobre el conflicto en Ucrania y otras yerbas sobre la actualidad estadounidense.